LA COSMOVISIÓN VENEZOLANA: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA DEL VENEZOLANO: EL ESTAR-SIENDO EN LA COMUNIDAD
LA ANTROPOLOGÍA
FILOSÓFICA DEL VENEZOLANO: EL ESTAR-SIENDO EN LA COMUNIDAD.
Por JOSÉ OBSWALDO PÉREZ
“Lo que hasta hoy se ha
alcanzado aquí
(en América), es sólo
la repetición del Antiguo
Mundo y la expresión de
una vida extranjera".
Hegel, G. Wilhem
Friedich
1.- Introducción
En el pensamiento venezolano la
cosmovisión es un elemento fundamental que nos permite y nos ayuda a esclarecer
la estructura del mundo. La cosmovisión, pese a no ser una explicación racional
o lógica de la realidad, tiene tanto valor como cualquier otra teoría
filosófica ya que nos proporciona un conjunto de “principios comunes” para
construir paradigmas o modelos en todos los niveles del pensamiento.
La cosmovisión se define como el
conjunto de opiniones y creencias que conforman la imagen o el concepto general
del mundo que tiene una persona, en distinta época o cultura, a partir del cual
interpreta su propia naturaleza y la de todo lo existente. En otras palabras es
un conjunto de nociones comunes que se aplican a todos los campos de la vida,
desde la política, la economía o la ciencia hasta la religión, la moral o la
filosofía.
La complejidad creciente del
mundo actual, y la magnitud de sus conflictos, es para el hombre de hoy un
permanente desafío de comprensión y que, a partir de esos elementos
paradigmáticos, tiene el reto de darle posibles soluciones. En el mundo
latinoamericano, y en concreto en el escenario venezolano, llama la atención
una profunda crisis institucional, articulada por una creciente miseria, no
sólo material sino también moral y ética. En Venezuela, por ejemplo, subyacen
desde hace siglos grandes desconocimientos culturales, políticos y económicos
que conforman, junto con otros factores históricos, una nuestra de que nuestro
país se debate en la falta de articulación de sus componentes sociales, con los
cuales no ha podido avanzar hacia cambios más duraderos de bienestar social.
¿Cómo es nuestra percepeción del
mundo y nuestra endógena realidad? ¿Acaso nuestro pensamiento es una
comprensión abstracta, de referencia modélica universal? He allí nuestra
intensión de acercarnos a él, para poder así comprender mejor nuestro país.
Creemos que un esfuerzo en este sentido es fundamental para abordar el complejo
sistema educativo venezolano y, mediante un corto análisis, mostrar una faceta
de la actual crisis del mundo venezolano, generada por una falta de paradigmas
filosóficos estables.
2.- Un acercamiento al conocimiento venezolano.
Indagar sobre la concepción
antropológica (filosofía humanística) del venezolano no es más que hacer una
reflexión o una representación de su ser en todo su contexto filosófico, es
decir una visualización de su lógo ( es decir, del mundo y su devenir) desde
una visión cosmológica o metafisica ubicada en tres categorías: el sujeto, el
espacio y el tiempo. De manera que todas las ideas del conocimiento venezolano
constituyen un “tejido fisiológico” , es decir una estructura institucional
producida por comunidades que forman la exterioridad histórica del
“pensamiento” eurocéntrico en su expresión y producción material.
Una revisión de toda nuestra
“arqueología del saber” nos permite superar el dualismo ontológico de
sujeto-objeto establecido en una tricotomía entre el espacio, el tiempo y los
modos de producción simbólicos. Debemos entender que la visión antropológica
del “ser” venezolano debe comenzar por una perspectiva hermenéuticamente
histórica; es decir, por un reconocimiento de lo humano a partir de diferentes
circunstancias y etapas históricas que conforman ese ente biofísico pensante y
social que conformamos como una unidad o una entidad nacional. Especialmente,
todos aquellos aportes de su inteligencia creadora.
Sin embargo, todo nuestro proceso
de producción de pensamiento está marcado por una dependencia de ideas
eurocéntricas (Nuño, 1990: 125). Desde la Colonia hasta nuestros días,
Venezuela ha estado dependiendo de la expresión conceptual importada. Primero
fueron los tomistas y suarecistas, de la Escuela del Tocuyo; después, Andrés
Bello, con el empirismo inglés y con Simón Rodríguez, le tocó el turno a
Rousseau y los enciclopedistas. Esta constante se mantuvo durante el siglo XIX
y siguió hasta el siglo XX, sin que se fundara un pensamiento propio de
“emancipación mental”, como lo propulsara en México Leopoldo Zea .
Una advertencia de ese
pensamiento abstracto la hace nuestro maestro y pensador venezolano Andrés
Bello (1781-1865), quien decía al respecto: “Arrancóse el cetro al monarca,
pero no al espíritu español: nuestros congresos obedecen sin sentirlo a
inspiraciones góticas [...] hasta nuestros guerreros, adheridos a un fuero
especial que está en pugna con el principio de la igualdad ante la ley —piedra
angular de los gobiernos libres—, revelan el dominio de las ideas de esa misma
España cuyas banderas hollaron” (Bello, 1945: 200).
Desde luego. Hay diferentes
maneras para comprender la realidad. Pero aquí valoraremos la del “ser”,
aquella que se acerca más a un pensar racional, mientras que la del “estar” la
circunscribimos a un pensar mítico o irracional (desde el punto de vista del
pensamiento occidental).
El ser es la categoría que
caracteriza al desarrollo del pensamiento occidental, su manera de entender el
mundo (es decir, su cosmovisión) y su interpretación de la realidad. En su
historia se distinguen tres grandes momentos: a) la identificación del ser con
el logos, b) la identificación del ser con la gracia y c) el resultado de esta
-logización y gratificación que culmina con la concepción de la persona como
una síntesis dual entre lo natural y lo tradicional. Todo este esquema
configuró nuestro conocimiento a partir del papel que jugo el catolicismo y la
teología en los aspectos filosóficos originales del pensamiento venezolano.
El estar se define como una
categoría previa al ser, por lo tanto la comprensión de la realidad es
diferente. La experiencia de la sabiduría de los pueblos es el “nosotros
estamos” y la primera forma de esta sabiduría es el saber arraigado: las
tradiciones, la cultura, las creencias populares. El ser y el estar son dos
formas diferentes de comprensión del horizonte cultural, por lo tanto dan
origen a dos estilos de vida distintos. La mediación de ambos modos de ver el
mundo existe y Günther Rodolfo Kusch (1922-1979) la denomina el estar-siendo o
el estar para ser.
“Es así como lo humano en América
sólo se puede connotar como práctica, como un operar incesante, de allí el
estar-siendo como fórmula dinámica que traduce el juego vital entre lo
indeterminado y determinado, pero que hace a lo humano con un alcance
universal, responde a su indeterminación, en referencia al fondo metafísico de
lo existente en general, y también al silencio original, pero por eso mismo a
la posibilidad de recuperarlo en una dimensión indo-americana. Se trata de
descubrir lo humano a partir de su propio acontecer, lo realmente universal que
se da en lo particular y empírico” .
¿Esto quiere decir que deja de
lado lo intelectual para quedarse en un mero estar?. La historia es un proceso
continuun del ser que considera que todo lo que se le parece es y todo lo que
no se le asemeje no es; como si existiera un pensamiento único. Un ejemplo
ilustrativo podría ser el siguiente: el ser se identificaría con los conquistadores
y los esclavistas, mientras que el estar con los explotados y los esclavizados.
Se puede decir que, al final, a lo largo de la historia el ser se desentraña al
estar.
3.- Principales características de la cosmovisión
venezolana.
A lo largo de la historia
venezolana se da una minivaloración de la cosmovisión y una supervaloración del
logos. Para comprender el conocimiento venezolano hay que hacerlo desde sus
propias categorías, es decir, desde la naturaleza del estar (de otra forma
resultaría absurdo). Y para entender mejor esta categoría del estar, hay que
relacionarla con los conceptos de amparo y germinación . Ambos sustratos de
toda forma irreflexiva del pensamiento intelectual europeo, es lo que en
americanismo moderno podríamos llamar la sapiencia popular o la sabiduría del
pueblo. Nuestra cultura llanera, por ejemplo, es un laboratorio de saberes,
donde el conocimiento se da como un proceso espontáneo a través de las
experiencias y vivencias del ser humano.
En la década de lo setenta del siglo
XX hasta nuestros días se ha hecho un intento de “nacionalizar” nuestro
pensamiento abstracto, mediante la adopción de temas tales como “el ser del
venezolano” y afines, tomados por lo general de la filosofía mexicana de la
época (como se ve, siempre la tendencia a copiar). En esa búsqueda de ese
re-pensar propio, producto de un conocimiento endógeno, hemos caído, en medio
de un abismo accidental: en una visión heterogénea y confusa de ver la
realidad. Si acaso lo que ha sucedido en los últimos veinte años es el
desplazamiento de la zona de referencia de nuestro pensamiento, de Alemania y
el centro de Europa, a los países de habla inglesa y a centros de conocimiento
de los Estados Unidos, hasta la seducción del influjo tropical de la Revolución
Cuba.
En la Venezuela contemporánea de
hoy se disfruta de un pluralismo de doctrinas filosóficas que tienen su asidero
en nuestras universidades públicas y privadas y con su consiguiente relativismo
valorativo, pero no hace sino confirmar una vez más la dependencia cultural de
las doctrinas generadas en Europa y en los Estados Unidos. Más allá del “ideal
bolivariano” como pensamiento simbólico e ideológico que intenta fundar un
pensamiento venezolanista y latinoamericano autóctono basado en la
ideologización de la conciencia y extraído de la mitología del estar, se puede
decir que Venezuela vive un proceso de crisis cuyo tránsito debe concluir con
un nuevo paradigma (modelo) de pensamiento y sociedad.
Los fundamentos de nuestro
pensamiento lo constituyen necesariamente una producción de comunidades
localizadas en el tiempo y en el espacio integrando ciencia, filosofía,
historiografía, lógica, epistemología y lingüística. Una revisión de nuestra
historia de las ideas es una tarea arqueológica referida al análisis y a la
crítica de textos venezolanos producidos por una diversidad de corrientes y
pensadores, quienes conforman una genealogía propia de nuestro pensamiento.
Aquí el concepto de “comunidad” tiene como referencia a nuestra condición
filosófica producida concretamente en determinadas circunstancias históricas y
culturales y quizás, en el tiempo en que han sido imaginadas (Anderson
1993:24); pero la conceptualización de este epístema no se define solamente en
relación con una determinada temática –u objeto– específica porque los sujetos
que producen e intervienen en la elaboración de una filosofía integran una
comunidad histórica con una tradición de cultura y una “tonalidad espiritual”
diferente a la europea y norteamericana. (Ardao 1987:87-88).
El concepto de comunidad permite
relacionar la noción de temporalidad, que caracteriza a una comunidad
histórica, con el concepto de espacialidad, una idea que incluye la
exterioridad del cuerpo así como las prácticas concretas que se realizan en la
realidad social, económica y cultural. Es decir, se relaciona con la
interdisciplinaridad en el sentido de que la metafísica y el pensamiento de una
época no son de exclusiva competencia de los filósofos. Parte desde el análisis
deductivo, de lo general o lo particular e Inductivo, que se caracteriza por
tres pasos, a saber:
• Una realidad que se muestra y el conocimiento de esta
realidad (¿cómo es?)
• Asimilación y entendimiento de ésta (¿cómo debe ser?)
• Acción sobre la realidad para transformarla
El pensamiento venezolano no
termina con una acción hacia el exterior, sino que su conocimiento interioriza
la realidad y es el individuo quien la transforma, en una especie de ritual
mágico. Pero esa cosmovisión subyace en un carácter fasto o nefasto que posee.
En el pensar del venezolano no importa tanto el resultado como la manera en que
se lo logra, lo que no quiere decir que carece de las categorías causa y
efecto. Sino que es simplemente un conocimiento más modal que causal. El todo y
la parte se confunden, no tienen distinción real. La parte es un todo y
funciona como tal.
El objetivo, en el conocimiento
occidental, consiste en hacer una apreciación imparcial de una situación
objetiva, a fin de lograr una solución. En el conocimiento venezolano se
utilizan soluciones de carácter positivista ante las manifestaciones de su vida
emocional que se dan desde adentro, desde su corazón, y que implican aperturas
a aspectos irracionales de personalidad que se aceptan en un nivel equiparable
a lo racional. Es decir que no se trata de un conocimiento objeto, sino que
trasciende al objeto desde la interioridad del sujeto, desde su corazón, el
cual actúa como un regulador del juicio.
El fin del conocer - en el mundo
venezolano-, sería aprehender eso que equilibra la oposición de los contrarios.
Sólo así se lograra una cosmovisión y una lógica distinta. La verdad, en el
conocimiento occidental, consiste en la coincidencia entre la realidad y el
pensamiento; o la adecuación entre una proposición y el estado de las cosas que
expresa. Para el conocimiento venezolano, la verdad tiene un carácter seminal:
viene desde el fondo del sujeto y es puesta delante de la situación objetiva.
No es una verdad ajena sino comprometedora al hombre mismo, cuya razón profunda
ha animado siempre su pensar.
4. Conclusiones.
La primera conclusión, la más
directa y tal vez la más importante es que las categorías occidentales se han
mantenido en el tiempo como paradigmas que sirven para comprender la realidad,
ya que la cosmovisión venezolana en nada es diferente a la lógica
eurocentrista.
Segundo, el conocimiento
venezolano es entonces muy semejante al occidental, que no se puede decir que
sea universalmente plural mejor o peor, y tampoco se puede considerar alguna
forma teórica como la única válida, pero creemos muy importante y muy enriquecedor
el saber que no existe una sola forma de conocer el mundo. Y tercero se cree
también que primero se debe estar más conscientes de esa conformidad abstracta,
muchas veces creativa, en la manera de pensar; en ese intento de inteligencia
creadora capaz de construir sus concreciones históricas, como una capacidad
humana que se desarrolla en un espacio social, histórico y cosmológico.
Comentarios
Publicar un comentario